María lópez Villarquide

Siempre el mismo libro

Llegamos a la última entrega de mi improvisada trilogía sobre «lo que aprendí de los peques» y en esta ocasión le toca el turno al mundo editorial. Contaré lo que sé.

Da igual la variedad, el formato, incluso los colores que tiñan las páginas (y las cubiertas) de las publicaciones enfocadas al público infantil, los niños siempre quieren leer el mismo libro y por eso es tan importante escoger bien cuál va a ser el primero, con cuál van a comenzar a descubrir la magia de pasar páginas y comprender una historia.

Una cosa aclararé: antes de los tres años es mejor que os olvidéis de «leer» a un crío cualquier tipo de historia; querrá comerse las páginas, manosearlas y arrancarlas, no seguirá el hilo de la narración y cualquier otra cosa llamará más su atención pasados dos minutos. A esa edad: texturas, sonidos y cartoné. Siempre.

Luego llegan las ilustraciones, los personajes carismáticos y la trama, entonces es cuando hay que tener mucho cuidado: a partir de los tres o cuatro años se abre la veda para el álbum ilustrado y la oferta es apabullante pero ¿qué sucede? Que hay ilustraciones preciosas en narraciones aburridas o absurdas y otras historias magníficas que, sin embargo, se acompañan de dibujos más bien torpones. El cuento que a un adulto le gusta no siempre es el que a un niño le va a fascinar «para siempre». A veces sí, pero otras no: hay que probar y atender a las reacciones del pequeño, en ocasiones no es necesario comenzar a leérselo siquiera, no, en ocasiones con estar atentos a las reacciones cuando el pequeño observa en una librería es más que suficiente.

Llevad a los niños a las librerías. Ese es mi consejo y lo digo porque soy librera y llevo siéndolo desde hace unos cuantos años en grandes y pequeñas superficies y aunque los negocios eran diferentes el cliente nunca cambiaba: dejad que los niños se acerquen a las estanterías y sed pacientes con los libreros que se pegan a ellos para ir colocando todo lo que ellos descolocan a su paso. Es más importante ayudar a los peques a orientarse en el espacio («esta balda es para tu edad, ésta en cambio es para mayores…») que ponerles cuentos delante para que ellos seleccionen porque se perderán por el camino; además, los puntos de venta y las promociones son jugosos y «no dejan ver el bosque» no hay más que acercarse a los supermercados, es exactamente lo mismo.

El otro consejo es para mis colegas libreros: por favor, esconded El pollo Pepe porque es competencia desleal para las demás publicaciones; en cuanto un cachorro lo ve al cruzar la entrada de la librería ya no podrá fijarse en otra cosa. Es pura droga. El pollo Pepe, sí, ese fenómeno seguirá vendiéndose por los siglos de los siglos y embaucando a millones de lectores generación tras generación, pero dad una oportunidad a los otros porque hay grandes maravillas por descubrir. Siempre podréis tirar de almacén cuando os pregunten por ellos.

Que la tienda sea el espacio en donde los chiquillos autoseleccionen, los padres observen y los libreros ordenen, veréis qué bien.

María López Villarquide (A Coruña, 1982) es doctora en Documentación y Análisis Cinematográfico y licenciada en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada. Tras la publicación de su primera novela, La catedrática (Espasa, 2018 / Booket, 2019), ha participado en la documentación de la exposición Intangibles (Fundación Telefónica, 2019) y el libro del programa de RTVE Prodigios (Espasa, 2020).

María López Villarquide

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