Marzo me ha traído dos reflexiones, no aprendidas, pero sí recordadas, que quiero compartir con vosotras.
La primera es aceptar nuestra realidad y encontrar su lado positivo. Pensaba que mi bebé dormía estupendamente. Y al hablar con otras mamis, me di cuenta de que estaba muy equivocada.
La vivencia que tenemos de las cosas depende plenamente de nuestras expectativas (y yo debía tener unas expectativas muy bajas). Pienso que casi todo tiene dos versiones de la película. Reconocer nuestra realidad y buscar su parte buena nos da paz, tranquilidad y nos ayuda a disfrutarla. Busquemos siempre esa parte. Porque existe. A veces hay que trabajarla y cuesta, pero termina compensando y siempre merece la pena.
La segunda lección es NO comparar. En la maternidad tenemos la mala costumbre de compararnos constantemente. Y eso es una fuente enorme de dolor y frustración. Comparamos nuestro embarazo, nuestro parto, postparto o crianza con familiares, amigas o mujeres cercanas. Nos alegramos y reafirmamos si esto o aquello nos ocurre igual. Y nos culpamos si no es así. Se nos olvida que cada mujer, cada cuerpo, cada bebé es único. Cada una de nosotras sentimos y vivimos de manera diferente. Ni peor ni mejor, simplemente distinta. Influidas por miles de factores que van a condicionar nuestras emociones, nuestra experiencia y manera de actuar.
Usemos nuestros conocimientos, consejos y vivencias para enriquecernos entre nosotras. Para apoyarnos, pero nunca para compararnos. Busquemos ayuda para seguir creciendo. Formemos nuestra tribu.