Pocos asuntos han podido hacerme sentir tan orgullosa como el día en que escuché cantar en español a Gabe (little Gabe, o Gabriel, el niño a quien cuidé durante un año, hace unos cuantos años).
Les pondré en antecedentes: yo no sé tratar con niños, no me llevo muy bien con ellos pero, por algún motivo la vida me ha regalado tres ocasiones en las cuales tener que lidiar con ellos para ganarme el pan; esta como canguro del pequeño Gabriel fue una de ellas, las otras dos las dejo para otro post en el futuro, si mis amigas de Keay me lo permiten.
Gabriel tenía por entonces dos años: su madre californiana y su padre oriundo de la Suiza alemana confiaron en una baby-sitter española para cuidarlo tres horas al día y ahí entré yo en escena. Tres horas al día sin televisión y disponiendo de una bosque frondoso al otro lado de la puerta de casa dan para recrearse bastante e idear maneras de entretener a un cachorrillo como lo era Gabe, curioso, preguntón, inquieto y muy observador de la flora y fauna de su barrio (un área residencial de Thun, en Suiza). Sin embargo, una vez que ya teníamos los parques, los senderos y la estación de tren más cercana perfectamente estudiados, cuando el sofá de su salón ya había sido montado y desmontado cien veces para construir un fuerte y en cuanto nos dimos cuenta de que sus piezas de Lego y Play-dough ya no tenían nada nuevo que aportarnos como «equipo de trabajo» decidí que había que comenzar a cantar. Había llegado el momento.
Normalmente escuchábamos playlists larguísmias de canciones de Disney, temas que yo conocía en español neutro y que me dispuse a memorizar en inglés para que el chiquillo las reconociera; así me pasé semanas, canturreando The Little Mermaid, Cinderella o The Lion King con afectado acento y causando la risa al pequeño Gabe, hasta que un día decidí saltar a la lengua en que yo las había aprendido todas cuando era niña. Mi pupilo abrió sus enormes ojos y me miró como si hubiera visto una montaña de chuches «María: you’re like Cinderella«.
Angelito.
No podía hacerme más gracia que reconociese la melodía pero no el idioma y, aun así, quisiera cantar conmigo. Fue todo un descubrimiento y el comienzo de la que sería un largo repaso del cancionero popular español.
Semanas después, la madre de Gabe me llamó entusiasmada porque su hijo, al ver un caracol en mitad del jardín se había puesto a cantarle algo que ella no había sido capaz de identificar pero que, sin duda, debía de tratarse de una canción en español.
Caracol col-col saca los cuernos al sol…
Así hasta hoy. Gabe tiene diez años y no puede evitarlo, si ve uno le viene a la cabeza la melodía y sonríe, se acuerda de mí y de lo aburridas que siempre le parecieron las piezas de Lego y el Play-dough.
María López Villarquide
María López Villarquide (A Coruña, 1982) es doctora en Documentación y Análisis Cinematográfico y licenciada en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada. Tras la publicación de su primera novela, La catedrática (Espasa, 2018 / Booket, 2019), ha participado en la documentación de la exposición Intangibles (Fundación Telefónica, 2019) y el libro del programa de RTVE Prodigios (Espasa, 2020).